Conocías la historia de las uvas criollas? Nuestros amigos de Decepas.com nos la cuentan a continuación.

Las uvas criollas encuentran un nuevo resurgimiento en el mundo del vino. Los nuevos estilos y sabores de los vinos modernos podrían ubicarla como un nuevo jugador de las grandes ligas.

Como el ave fénix, la uva criolla, está resurgiendo de sus cenizas. Esta variedad fue, en su momento, una de las más plantadas en la Argentina, pero también fue agraviada a lo largo de su vida.

“Las uvas criollas no son ruines; son ruines los vinos elaborados a partir de ellas…”

Como bien lo dijo Ángel Mendoza, decano de la enología argentina: “no existen malas uvas, existen malos vinos” criticando los métodos de vinificación que no le “sacan el jugo” al potencial enológico de las uvas criollas.

Uvas criollas, un poco de historia

La uva criolla fue la mala de la película desde la década de 1980. Plantada a mansalva y sin controles desde 1960 por sus virtudes para los vinos de volumen sin color ni sabor, tomando como ejemplo el vino blanco, una variedad que en aquel entonces tenía una gran demanda en las mesas argentinas.

La reconversión vitícola que demandó el vino de exportación culpó a las uvas criollas de su baja calidad de vinos. “Si queremos ser un país del primer mundo del vino –se decía entonces– hay que reconvertir las hectáreas plantadas con uva Criolla a variedades francesas”. En ese momento el modelo de vino común estaba en retroceso, pero no por la uva sino por el modelo de consumo.

Origen de las uvas criollas

Se conoce con el nombre de Uvas Criollas, a las uvas que fueron propagadas originariamente por semillas en los tiempos coloniales. Forman un grupo genéticamente pariente, pero su diversidad es única, precisamente por haberse propagado entre Argentina, Bolivia, Chile y Perú en los tiempos coloniales.

En la actualidad, las uvas Criollas ocupan más de un cuarto de la superficie plantada en Argentina (60.000 hectáreas sobre 215.000).

Variedades

  • Cereza de América
  • Criolla Chica
  • Criolla Grande
  • Mollar de América
  • Moscatel blanco
  • Moscatel rosado
  • Torrontés

El Torrontés es el mejor ejemplo de una uva criolla exitosa, cuyos vinos gustan en todo el mundo por su sabor y estilos cada vez más logrados. Pero en la sombra del éxito, están otras: Cereza de América, Criolla Chica, Criolla Grande, Mollar de América, Moscatel blanco y Moscatel rosado. En general están plantadas mezcladas y al tratarse de poblaciones diversas es difícil hablar de una única variedad.

Rendimiento

Las uvas criollas se cultivaron por su alto rendimiento. Para que tengamos una idea: una hectárea de uva Cereza rinde, con un manejo enfocado en el volumen, unas 40 a 50 toneladas por hectárea, cuando una uva Malbec para vinos de alta gama ronda las 10 toneladas o menos. De modo que el destino final de la uva Criolla fue el vino en volumen, ​​​​​tetrabrik​s y otras variantes de consumo masivo.

Con los rendimientos anteriormente mencionados, las uvas criollas no aportan más que azúcar a la fermentación. Pero con otro manejo, proponen un vino diferente, bajo en color pero rico en frescura.

La revolución Criolla

Cuando se las conduce hacia la calidad, ahí es donde las piezas encajan y, con rendimientos más bajos y cuidados en el viñedo, son la base para vinos joviales y de un perfume distinto a los conocidos. Es, precisamente, cuando revelan un potencial que empieza a seducir a los paladares expertos y en busca de otras emociones.

Cuán completo es el universo de las Criollas es algo que recién comienza a saberse. De hecho, el primer trabajo sobre material genético en estas uvas realizado en Argentina lo lleva adelante el ingeniero Jorge Prieto en el INTA desde 2011, cuando empezó a estudiar su ADN.

“A la fecha llevamos descubiertas aproximadamente 50 variedades nuevas. La mayoría tiene como progenitores a la Listán Prieto (en Argentina llamada Criolla Chica) y al Moscatel de Alejandría”

¿Dónde podemos encontrarlas?

Hoy en día, ya tenemos varias bodegas de primera línea que comenzaron a producir vinos, donde la uva criolla es protagonista, como sucede en Calingasta para las Criollas de Cara Sur, la que produce El Esteco en Cafayate y Catena en Mendoza, proponen un vino diferente, rico en frescura.

También Trivento este año propone un espumoso de un color rosado fluorescente, una aromática levadura y una boca de frescura deliciosa.

Para las uvas Criollas esto recién comienza, y propone un futuro de nuevos sabores. Es un buen momento para comenzar a descubrirlas.

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